Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA CONQUISTA DE MEXICO



Comentario

Los ídolos de México


Los dioses de México eran dos mil, según dicen. Pero los principalísimos se llaman Vitcilopuchtli y Tezcatlipuca, cuyos ídolos estaban en lo alto del teucalli sobre los dos altares. Eran de piedra, y del grosor, altura y tamaño de gigante. Estaban cubiertos de nácar, y encima muchas perlas, piedras y piezas de oro engastadas con engrudo de zacotl, y aves, sierpes, animales, peces y flores, hechas como mosaico, de turquesas, esmeraldas, calcedonias, amatistas y otras piedrecillas finas que hacían bonitas labores, descubriendo el nácar. Tenían por cintura sendas culebras de oro gruesas, y por collares diez corazones de hombres cada uno, de oro, y sendas máscaras de oro con ojos de espejo, y al colodrillo gestos de muerto; todo lo cual tenía sus consideraciones y entendimiento. Ambos eran hermanos: Tezcatlipuca, dios de la providencia, y Vitcilopuchtli, de la guerra, que era más dorado y temido que todos los demás. otro ídolo grandísimo había sobre la capilla de aquellos ídolos susodichos que, según algunos dicen, era el mayor y mejor de sus dioses, y estaba hecho de cuantos géneros de semillas se hallan en la tierra, y que se comen, y aprovechan de algo, molidas y amasadas con sangre de niños inocentes y de niñas vírgenes sacrificadas y abiertas por los pechos para ofrecer los corazones por primicia al ídolo. Lo consagraban con grandísima pompa y ceremonias los sacerdotes y ministros del templo. Toda la ciudad y tierra se hallaba presente a la consagración, con regocijo y devoción increíble, y muchas personas devotas se llegaban a tocar el ídolo con la mano después de bendecido, y a meter en la masa piedras preciosas, tejuelos de oro y otras joyas y arreos de sus cuerpos. Después de esto ningún seglar podía, ni aun le dejaban, tocar ni entrar en su capilla, ni tampoco los religiosos, si no eran tlamacaztli, que es sacerdote. Lo renovaban de tiempo en tiempo, y desmenuzaban el viejo; y beato el que podía conseguir un pedazo de él para reliquias y devociones, especialmente los soldados. También bendecían entonces, juntamente con el ídolo, cierta vasija de agua con otras muchas ceremonias y palabras, y la guardaban al pie del altar muy religiosamente para consagrar al rey cuando se coronaba, y para bendecir al capitán general cuando lo elegían para alguna guerra, dándole a beber de ella.